Por razones que sólo Dios conoce, perdimos al papá de Gaby, a nuestro papi Alcides Brizuela, en un accidente de tránsito. Estamos seguros que aún en esta situación, y aunque no conozcamos el por qué, el Señor estuvo dirigiendo todo para el bien de Alcides y el nuestro. Y en su ausencia, no podemos más que agradecer a Dios por los años que nos permitió disfrutar de la compañía de papi. Su alegría, su optimismo, su fe inquebrantable y sencilla en las promesas de Dios, dejaron una marca imborrable en nuestros corazones. Recordamos todos sus dichos y refranes que tanta risa nos causaba escucharlos de su boca y ahora tanta nostalgia nos trae... Recordamos su amor por la iglesia de Estomba y su trabajo incansable por verla terminada y hermosa, a tal punto, que no le importaba madrugar los domingos e ir a trabajar en la construcción o en lo que hiciera falta. Las hermosas arcadas y molduras del templo que él hizo artesanalmente en yeso nos quedan como recuerdo de su trabajo y profesión. Recordamos el sacrificio que hizo para criar a sus 4 hijos en el temor de Dios. Muchas veces se negó el darse gustos para él mismo por vestir a sus hijos, por pagar la escuela adventista de los chicos, porque el folleto de escuela sabática no falte en casa, y aún así, NUNCA lo escuchamos quejarse. Y estamos seguros que esos sacrificios no fueron en vano. Sus oraciones fueron escuchadas, y su fe finalmente será premiada. Es por eso, que al enterrarlo en el cementerio, sus hijos, familiares y amigos, no le dimos el "último adiós", sino un HASTA PRONTO, porque tenemos la firme seguridad que nos reencontraremos con él cuando Jesús regrese. Esto no se termina acá. Falta lo mejor. Y con ansias esperamos ese reencuentro.
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